10.11.07

El minotauro


Hoy les hablare de aquel hibrido entre el toro y el hombre El minotauro cuyo mito ha causado una gran fascinación, incluso hoy en día. Propiamente llamado Asterión por los cretenses, era conocido en Atenas como el minotauro, que significa el toro de Minos. Para conocer bien su linaje me remontare hasta Europa.
Europa era una mujer fenicia , de la cual se enamoro Zeus, y un día se presento ante ella bajo la forma de un majestuoso toro blanco , Europa al ver que este toro era manso, se monto en el, Zeus entonces aprovecho y cruzo el mar con ella hasta la isla de Creta donde le revelo su identidad y la sedujo (o violo), Zeus le dio tres regalos: el autómata Talos, Laelaps, el perro que siempre atrapaba a su presa y una jabalina que jamás erraba, además de que aconsejo a Asterión rey de Creta (este es otro Asterión) para que tomara a Europa como su reina. (En honor a la forma que adopto Zeus en esta aventura, el soberano de los Dioses creo la constelación de Tauro)
Rembrandt: La abducción de Europa
Asterion no tuvo descendencia propia con Europa, pero adopto como suyos a los hijos que ella tuvo con Zeus: Minos, Radamantis y Sarpedón. Al morir Asterión y quedar vacante el trono de Creta , Minos reclamo tener derecho a el por encima de sus hermanos, alegando que era esta la voluntad divina, y le pido ayuda a Poseidón, quien decidió mandar un toro blanco que debería ser sacrificado en su honor, como muestra del reconocimiento divino.Los hermanos de Minos renunciaron entonces, sin embargo Minos asombrado por tan prodigiosa bestia, de tan nobles aspecto y forma, decidió quedársela para el y en su lugar sacrifico un bestia menos esplendida de su propio rebaño, Poseidón encolerizado infundo en la esposa de Minos ,Pasífae una pasión irracional por aquel toro, quien tras varios intentos fallidos de seducción acudió con Dédalo, el más hábil técnico de toda la Grecia mitológica, quien construyo una vaca de madera hueca , cubierta con cuero de vaca en la que se introdujo Pasífae para ver al fin colmada su pasión.
Por otro lado Poseidón también había infundado una gran ferocidad en aquel toro salido de las espumas del mar, que hizo estragos hasta que Euristeo rey de Tirinto le encargo a Heracles capturar vivo al toro de Creta (este es uno de los doce celebres trabajos de Heracles) a fin de llevarlo a su Palacio Real, Heracles confronto y venció a la fiera, a la que obligo a doblar la cerviz ante el y envolvió en una gran red y cargo sobre sus fuertes hombros, cruzo el mar y llevo ante Euristeo, quien trataría de ofrecer el toro en sacrificio a la Diosa Era, pero esta lo rechazo debido a su carácter violento, fue pues dejado en libertad y marcho a la llanura de Maratón donde causo destrozos.
Pasifae concibo como fruto de sus relaciones con aquel toro, al minotauro, un ser humano con cabeza de Toro, Minos para resguardar su honor encargo a Dedalo construir un Laberinto en el que fueron encerrados tanto el minotauro como Dedalo, este ultimo escapo gracias a unas alas que construyó, huyo de esta forma de Creta junto a su hijo Icaro.





Es hora de hablar de Teseo, héroe mitológico hijo de Etra y Poseidon/ del rey Egeo (ejem verán Poseidon se unió a Etra la misma noche que Egeo, Teseo es en realidad hijo de Poseidon, pero Egeo no lo supo).El rey Egeo, por temor a los Palántidas, (los 50 hijos de su hermano Palante) decidió que Teseo no pasara su infancia con el, sino en la ciudad de Trecén, fue hasta cumplidos los 16 años que Teseo supo la verdad y partió hacia Atenas, limpiando de paso los caminos de delincuentes y posteriormente venciendo a los Palántidas.
Llego el momento de que el tercer grupo de vírgenes partiera al horripilante laberinto del minotauro, Teseo, en la corte de su padre (ejem, el rey Egeo) se entero del degradante tributo que Atenas le rendía a Creta decidió, que el debería de formar parte de los jóvenes que marcharían al laberinto del Minotauro, a fin de confrontarlo y darle fin a tan grande horror. No hubo razones que hicieran desistir a Teseo.
El rey Egeo, le entrego dos velas a Teseo para su navío: una negra y la otra blanca haciéndole prometer que si Teseo regresaba victorioso el piloto del barco izaría la vela blanca, en caso de morir Teseo, el barco regresaría con la vela negra y el rey Egeo esperaría todos los días desde la torre más alta de su castillo mirando al horizonte, en busca de aquel barco cuyo escrutinio del color de sus velas le haría saber cuanto antes si debería de llorar o estallar de gozo.
Teseo partió a Creta junto con el grupo destinando a ser alimento para el minotauro. Allí conoció a la princesa Ariadna, quien se enamoro del apuesto Teseo, al grado de que su corazón se lleno de una aflicción muy grande al saber que Teseo podría morir en la intrincada residencia del Minotauro. Estando a solas con Teseo la hermosa princesa le dijo a Teseo cuanta tristeza le ocasionaba saber su situación y le ofreció su ayuda. Teseo respondió solemnemente que estaba allí para salvar a Atenas de una grave deshonra. La princesa le prometió que en la mañana siguiente le entregaría un puñal envenenado ante el que el Minotauro cedería de un solo golpe y un ovillo que Teseo desenredaría conforme avanzara dentro del laberinto, y que le ayudaría a encontrar su camino de regreso. Teseo conmovido le prometió a Ariadna que una vez venciera al Minotauro, se la llevaría a su patria donde la haría su esposa. Al día siguiente Ariadna entrego el ovillo y la espada de Teseo antes de que los 14 jóvenes ingresaran al laberinto, tras varias horas, el grupo se encontró con el monstruo, que apenas se iba a lanzar sobre Teseo, quien encabezaba el grupo, cuando este le asesto un golpe que termino con la vida del minotauro.


Siguiendo el hilo encontraron la salida, Teseo tomo a Ariadna y partieron en el barco de Teseo con rumbo a Atenas, sin embargo una fuerte tormenta los sorprendió y una fuerte oleada los empujo hasta la isla de Naxos, todos bajaron a tierra a esperar que cesara la tormenta, Ariadna cansada cayo en un profundo sueño, cuando despertó horas después vio con tristeza que no se encontraba la nave de Teseo, había sido abandonada en una isla desierta.
La desdichada princesa pasó largos días llorando en esa isla, sin alimentos ni esperanzas, hasta caer rendida en la arena, así fue como la encontró el Dios Dionisio que surcaba e mar en un barco pirata, y decidió convertir a la princesa en su esposa.

El por qué del comportamiento de Teseo, no esta muy claro, su nave pudo haber sido empujada por un viento traicionero, pudo no haber querido unirse a una mujer a la que le debía la vida, pudo haberla olvidado simplemente, pudo haber sido por ordenes de Dionisio…
Teseo con la emoción de haber logrado una hazaña tan grande olvido cambiar de velas su barco y regreso a su reino con la vela negra en lo alto, su padre al ver desde la torre de su palacio esto, presa de la desesperación de la supuesta muerte de su hijo, se lanzo al mar, que debido a este acontecimiento lleva su nombre: el Mar Egeo.
Teseo pues al regresar victorioso a la corte para anunciar su triunfo no encontró más que llantos y consternación.



Sebastiano Ricci Baco y Ariadna


Y bueno vale la pena hablar de unas notitas que me deje para el final, el rey Minos, a pesar de lo que se podría pensar, gobernó de una manera muy justa, una leyenda nos habla de que cada nueve años se reunía con Zeus quien le daba instrucciones, al morir, se convirtió en uno de los tres jueces de las almas de los muertos junto con Éaco y Radamantis, famosos por su rectitud y sentido de justicia, esto hace pensar a muchos en la existencia de dos Minos, el sabio gobernante, que llego a ser juez de los muertos y Minos, nieto del otro, quien busco apoderarse del toro surgido del mar y persiguió a Dédalo entre otras aventuras.
Y es que la falta que cometió Minos, es la más grave de todas el cometió hybris: se quiso apoderar de un regalo divino, trasgredió los limites sagrados, el minotauro es la materialización de un ser que transgredió los limites, es humano, es animal y es en parte divino, pues su padre es aquel toro surgido por obra de Poseidón, estos limites no se rompen, el minotauro estaba destinado a morir, por ser una aberración.



Como detalle final


Les dejo unos links muuuy buenos:


En el centro del laberinto:
la hybris y el Minotauro


Muy bueno habla sobre el mito del minotauro desde el concepto de hybris y el laberinto como representación del camino más largo dentro de los limites de lo humano, al final del cual esta la muerte.


Blade Runner
o la lucha de Teseo contra el Minotauro


Semejanzas entre la historia de Teseo y blade runner.




Y claro, Borges con su obsesión por los laberintos , evidentemente tendria que haberle dedicado un cuento al Minotauro y lo hizo genialmente , se Titula la casa de Asterión y se los copipego a continuación:


La casa de Asterión, de Jorge Luis Borges
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito (1) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. no me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. ( A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el del otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Esto no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá que me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?



El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba un vestigio de sangre.

- ¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo -. El minotauro apenas se defendió.

A Marta Mosquera Eastman

(1)El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que en boca de Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos.

4.11.07

Las ruinas circulares

Hace varios meses les hablaba sobre que a veces pienso en que el mundo podría ser solo un sueño, sobre Chuang Tzu y su mariposa y sobre la teoría de ciertos científicos de que el mundo fuera un simulación virtual y bien, si alguna vez se llegara a poder reproducir la conciencia de alguna forma virtual, probablemente vivamos en un universo de simulación.
Si les agradan esta clase de cosillas, como a mi les gustara este cuento de Borges.


Las ruinas circulares
Jorge Luis Borges

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas.

El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar.

Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.

A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistían un poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran tributarias del sueño, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían los de su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino. El hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que al pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatió contra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entre la cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación, éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira le quemaban los viejos ojos.

Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía.

Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.

En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.

El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le dolía apartarse de él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica, dilataba cada día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo eso había acontecido... En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente: El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.

Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer -y tal vez impaciente. Esa noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanqueaban río abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.

Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches secretas.

El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.

2.11.07


Una de las cosas que me ha venido a alegrar , las últimas semanas, ha sido el que he descubierto al que ahora es mi nuevo máximo ídolo :

Jorge Luís Borges, un autentico genio, sus muy profundos planteamientos filosóficos, su gran sentido de la metáfora, la asombrosa capacidad creadora de su imaginación, su gran erudición en una basta gama de temas, su asombrosa facilidad de expresión, me han cautivado.

En Borges he encontrado varios de los temas que siempre me han fascinado (algunos de los cuales he tratado en este blog un pequeño reflejo de mi cabeza) por ejemplo diversas fantasías con el tiempo, en su cuento La otra muerte, trata el tema de Dios cambiando el pasado, en El milagro secreto nos habla de un judío al que le es concedido el don de que el tiempo se detenga a unos minutos de su muerte, mientras el tiempo se detiene le es concedido un año para poder el judío,terminar su obra; el eterno retorno (al que abate en su ensayo La teoría de los ciclos ) es abordado en cuentos como el tema del traidor y el héroe, los teólogos, el inmortal, la biblioteca infinita,etc.
La posibilidad de que todo lo que nos rodea no exista, de que todo no sea más que un sueño, El golem, el idealismo, la memoria, la alquimia, los laberintos y los espejos, el infinito, Dios, las matemáticas son unos cuantos de los temas que maneja Borges siempre con maestría, incluso el sentido del humor de Borges me parece uno de los mejores, así en el cuento Abenjacán el bojari, muerto en su laberinto ,no puedo evitar sonreír al leer

Unwin había publicado un estudio sobre el teorema que Fermat no escribió al margen de una página de Diofanto

( x) yo siempre he pensado que Fermat nunca escribio la demostración de aquel teorema ya vi que no soy el unico,
En fin luego le sigo mientras les dejo este poema

Amanacer (Jorge Luis Borges)
En la honda noche universal
que apensa contradicen los faroles
una racha perdida
ha ofendido las calles taciturnas
como presentimiento tembloroso
del amanecer horrible que ronda
los arrabales desmantelados del mundo.
Curioso de la sombra
y acobardado por la amenaza del alba
reviví la tremenda conjetura
de Schopenhauer y de Berkeley
que declara que el mundo
es una actividad de la mente,
un sueño de las almas,
sin base ni propósito ni volumen.
Y ya que las ideas
no son eternas como el mármol
sino inmortales como un bosque o un río,
la doctrina anterior
asumió otra forma en el alba
y la superstición de esa hora
cuando la luz como una enredadera
va a implicar las paredes de la sombra,
doblegó mi razón
y trazó el capricho siguiente:
si están ajenas de sustancia las cosas
y si esta numerosa Buenos Aires
no es más que un sueño
que erigen en compartida magia las almas,
hay un instante
en que peligra desaforadamente su ser
y es el instante estremecido del alba,
cuando son pocos los que sueñan el mundo
y sólo algunos trasnochadores conservan,
cenicienta y apenas bosquejada,
la imagen de las calles
que definirán después con los otros.
¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida
corre peligro de quebranto
hora en que le sería fácil a Dios
matar del todo Su obra!

Pero de nuevo el mundo se ha salvado.
La luz discurre inventando sucios colores
y con algún remordimiento
de mi complicidad en el resurgimiento del día
solicito mi casa,
atónita y glacial en la luz blanca,
mientras un pájaro de tiene mi silencio
y la noche gastada
se ha quedado en los ojos de los ciegos.

1.11.07

Escepticismo

"No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas"

(La llamada de Cthulhu .-Howard Phillips Lovecraft )


Yo me considero un escéptico, siempre he pensado que muchos de los grandes problemas de la vida no pueden ni podrán ser resueltos por el hombre (por si solo), ajeno a los secretos del microcosmos y del macrocosmos y que solo aprecia 3 de las dimensiones del universo, cuando les hablaba de mis teorías acerca del eterno retorno, manejaba que una opción seria que fuera simplemente imposible para la naturaleza humana discernir si el tiempo o el espacio son o no infinitos (por cierto, el concepto de infinito refleja muy bien la flaqueza del hombre; desde tiempos remotos ,los matemáticos al tratar con el infinito caen en paradojas), por eso me fascinan tanto el mito de Gilgamesh (que habla de las profundas e infranqueables barreras que separan al ser humano de los Dioses y de las bestias ) y aquel dialogo Platónico que narra el origen de la filosofía como algo tan propio del hombre que no posee la sabiduría pero que la añora, siempre he pensado que el hombre esta entre los seres irracionales y Dios y que de estar escrito que el hombre descubra los misterios del cosmos se encontrara sin duda alguna con maravillas más allá de lo concebible y con Dios.

No confundir con esos tipos vulgares que aparecen en revistas o en la TV negando la existencia de los OVNIS o de Dios, o algo por el estilo, por escepticismo doy a entender mi menos precio a la capacidad del hombre para llegar a comprender su lugar en el universo, )